Ya era hora de que se acabe el mal tiempo. Por fin parece que el clima nos da un respiro y aparecen los primeros rayos del sol de primavera.
El sol, la estrella de nuestro sistema solar, es el motor de toda la vida sobre la tierra, y esa energía se transmite en forma de radiaciones (ondas electromagnéticas que transmiten calor (infrarroja), luz visible y rayos ultravioleta) sobre nosotros.
En este artículo de hoy me gustaría centrarme en esta última radiación, la ultravioleta, para saber qué es y como protegernos de ella.
Se trata de una energía que no percibimos con la vista, pero que tiene un efecto directo sobre la piel siendo absorbida por ella y pudiendo quemarla e incluso provocar a largo plazo cáncer cutáneo. Según su longitud de onda se clasifican en UVA, UVB y UVC. La “C” es muy potente y dañina, pero no llega afortunadamente a la tierra quedando absorbida y reflejada en las capas altas de la atmósfera. La UVB, sin embargo, atraviesa las capas altas y debería ser absorbida por la capa de ozono y el oxígeno, cosa que cada vez ocurre menos debido al debilitamiento de esa capa.
Los rayos UVB son los responsables del daño solar inmediato que sufre nuestra piel y nuestros ojos cuando nos exponemos al sol, y todos nos hemos dado cuenta de que en los últimos años, el sol “pica” más que de costumbre.
Pero no todo es dañino en los rayos UV. La fotosíntesis de las plantas tiene lugar gracias a la energía de los rayos ultravioleta y los humanos necesitamos exponernos a la luz solar (y, especialmente, a la radiación UVB) para sintetizar en la piel la vitamina D cuyo déficit puede provocar una deficiente mineralización de los huesos.
Pero si son en parte dañinos ¿cómo nos protegemos?
El cuerpo tiene un mecanismo de defensa contra el sol y sus radiaciones que es la fabricación de melanina, por eso cuanto más oscura la piel, más difícil es que se queme. Esa observación la realizó el médico y dermatólogo de Harvard B. Fitzpatrick que clasificó las pieles de las personas en función de la cantidad de melanina que poseen, de manera que un fototipo I sería alguien de piel completamente blanca, que siempre se quema cuando se expone al sol, y un fototipo V-VI es la piel negra. Nosotros en España oscilamos entre II y IV la mayoría, es decir pieles que se broncean con el sol y que tienen, por tanto, cierta defensa.
Sin embargo, y a pesar de ese mecanismo Fisiológico de defensa, no es suficiente para protegernos de la cantidad cada vez mayor de radiación que nos llega y tenemos que recurrir a los PROTECTORES SOLARES.
Existe una gran confusión en cuanto a los tipos que existen, el número FPS que viene en los envases y como usarlos, por tanto, y aprovechando estos primeros rayos, vamos a intentar explicarlo pues no es tan sencillo como parece. En primer lugar, debemos conocer nuestro fototipo de piel:
El índice de protección (FPS) que debe aplicarse para protegerse de la radiación solar debe estar en relación con la sensibilidad de la piel (personas pelirrojas o rubias son más sensibles que las morenas)
En Segundo lugar debemos averiguar para cada día el llamado Índice Ultravioleta (UVI) que mide la intensidad de la radiación ultravioleta que alcanza la superficie terrestre.
El índice ultravioleta fue introducido por científicos de Environment en Canada en 1992 y tiene un valor mínimo teórico de 0 y no tiene un valor máximo. Este índice estándar permite emitir predicciones de UVI comparables en todo el mundo y se muestra en una tabla de colores: El verde para UVI bajo (entre 0 y 2), el amarillo para UVI moderado (entre 3 y 5), el naranja con un riesgo alto (entre 6 y 7), el rojo para UVI muy alto (entre 8 y 10) y el morado para UVI extremo (superior a 11). Los valores son medidos en España por la Agencia Estatal de Metereologia diariamente (se pueden consultar en internet) y valores máximos de UVI entre 9 y 11 son comunes en la Península al mediodía de los días despejados de verano y UVI incluso mayores se observan en Canarias.
Y por ultimo está el conocer los filtros solares que nos vamos a aplicar que pueden ser de tipo FÍSICO o QUÍMICO.
Los filtros físicos son las barreras totales. Son cremas muy untosas, blanquecinas que están compuestas de minerales que hacen rebotar las radiaciones sobre nuestra piel y suelen proteger tanto de UVA como de UVB. Los filtros químicos penetran mejor en la piel y transforman la radiación solar que nos llega para que no sea dañina.
Cualquiera de ellos hay que aplicarlo al menos 30 minutos antes de la exposición solar y repetir la cobertura cada 2 horas para no perder efectividad.
Para los niños se recomienda usar filtros físicos, ya que son más efectivos como pantalla total, y de la misma manera los alergicos al sol, y fototipos I-II deben ponerse preferiblemente filtros físicos.
Los filtros químicos suelen venir en geles o aerosoles, por lo que son fácilmente distinguibles.
La cosmeticidad, es decir lo bien que se extiende y absorbe el producto es lo que finalmente distingue los Buenos protectores de los corrientes, aunque lo más importante es saber el FPS (factor de protección solar) que vamos a aplicarnos para estar cubiertos y que como vemos se relaciona con todo lo anteriormente dicho.
En resumen: si quieres estar protegido cúrate en salud: pantalla solar total para niños y ancianos independientemente del fototipo. Para los demás, en pieles claras también pantalla solar total de tipo físico (cremas) y para pieles morenas: En la cara filtros físicos FPS a partir de 30 y para el cuerpo químicos de FPS 20 a 25.
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